Según los estudios que he estado repasando esta semana, el factor de mayor riesgo para desarrollar obesidad como adulto es el sobrepeso en la infancia. Si, parece que es lógica cartesiana, pero no por ello deja de ser importante tenerlo en cuenta en la alimentación de nuestros hijos. Hoy quiero escribir sobre como afecta la alimentación al desarrollo de nuestros hijos y las consecuencias que para ellos tendrá la forma en que les alimentemos.
Quiero recordar antes de nada que mi generación, que yo denomino la generación del infartillo fácil, se alimentó en su niñez en las falsas creencias que dictaban que la grasa saturada (mantequilla, queso curado, cerdo, ternera, etc.) eran muy malas para la salud y lo verdaderamente bueno eran las grasas hidrogenadas (margarinas, bollería y grasas para freír). Las consecuencias de nuestra continua exposición a la grasa hidrogenada son un problema de salud cardiovascular mayúsculo que desafortunadamente, incluso hoy en día cuando todos los estudios son meridianamente claros al respecto, muchos médicos siguen sin entender el problema anclados en lo que aprendieron durante la carrera sin haber actualizado sus conocimientos. Doctores, no me crean a mí. Gasten unas horas leyendo artículos y estudios en PubMed y redescubran la verdadera causa de las enfermedades coronarias, que no es el exceso de grasa natural.
Hoy, el tema de las grasas hidrogenadas está claramente superado -aunque muchos alimentos procesados y la repostería y bollería industrial las sigue utilizando- pero existen otros enemigos a derrotar si queremos promover la salud de nuestros hijos. Desde mi punto de vista y basándome en todos los estudios que llegan a mis manos, o más concretamente a mi pantalla, estos enemigos son los carbohidratos refinados, el azúcar y los alimentos comodín en general. Yo llamo alimentos comodín a los que se cuelan en la lista de ingredientes de prácticamente todos los alimentos procesados y estos son la patata y sus derivados, el maíz y sus derivados y la soja y sus derivados, además del azúcar claro.
Absolutamente todos los estudios rigurosos de los últimos años apuntan a la necesidad de ingerir proteínas y grasas de manera continuada para gozar de una buena salud. Esto incluye comer abundante carne, huevos, pescado, lácteos y demás fuentes animales de proteína. También con cierta moderación legumbres y frutos secos, que todo hay que decirlo.
Desafortunadamente, en la alimentación de nuestros hijos y por motivos de tiempo principalmente, lo que impera a menudo es precisamente aquello que más les perjudica: los alimentos procesados. Desde los cereales del desayuno (que son un alimento altamente procesado, con muy poco valor nutritivo y compuesto principalmente por azúcares) hasta los platos de carne, pescado, postre y bollería procesados, nuestros hijos sufren una continuada exposición a productos que además de no aportarles las suficientes cantidades de nutrientes esenciales, introducen en su cuerpo sustancias que en el mejor de los casos son altamente sospechosas cuando no directamente muy dañinas para su organismo.
Internet nos ha regalado el don del acceso a la información a tiempo casi real que nuestros padres no tuvieron. ¿Me hubiera alimentado mi madre con margarina en desayunos, meriendas y como parte de muchas recetas que ella misma preparaba si hubiese sabido que se trataba de una grasa hidrogenada altamente perjudicial para el organismo? No, claro que no. Nosotros sí tenemos acceso a la información, a los estudios, y a la divulgación de los resultados que se hacen de manera continuada y sería un pecado por nuestra parte mirar hacia otro lado y no aprovechar esa información para tomar las medidas oportunas que garanticen que nuestros hijos reciben la mejor alimentación posible para garantizar su correcta nutrición y desarrollo.
Hace poco leía que el chef Jamie Olivier ganó su demanda contra McDonald’s el pasado diciembre y una de las frases que más me impactó de sus declaraciones acerca de sus motivaciones para emprender esta cruzada fue: «¿Qué ser humano en su sano juicio pondría un trozo de carne remojada en hidróxido de amonio en la boca de un niño?«. Hace ya tiempo que se demostró que el principal proveedor de carne picada a nivel mundial para este tipo de restaurantes lavaba la carne en amoniaco para matar bacterias como el e.colli, haciendo que una carne «no apta» para el consumo se convirtiese milagrosamente en «apta». No estoy diciendo que comerse una hamburguesa de cualquier cadena de comida rápida vaya a condenar a nuestros hijos a un futuro de obesidad sino que la reiterada incursión de comida procesada en su dieta, ya sea mediante restaurantes de comida rápida, bollería industrial o alimentos precocinados que compramos para el hogar, es la tormenta perfecta que desencadena una gran masa de enfermedades a largo plazo en su organismo.
Para prevenir esto tan sólo hay que seguir una serie de pasos que además coinciden con algunos de los que yo promuevo para la pérdida de peso:
- Eliminar por completo los carbohidratos refinados de la dieta habitual
- Eliminar por completo los alimentos procesados. Si quiere una hamburguesa o unos palitos de merluza, compre un trozo de buey o de pescado y hágalo usted mismo. Ganará en salud… y en sabor!
- Eliminar los zumos, refrescos y en general cualquier bebida azucarada. La web www.conoce.cocacola.es es un insulto a la inteligencia. No se crea absolutamente nada de lo que dice. Dele agua a sus hijos. Es más barata e infinitamente más sana, además de necesaria.
- Eliminar los productos light, desnatados o con 0% de materia grasa. La grasa es necesaria para el organismo y no engorda más que cualquier otro macronutriente. Recupere la mantequilla, la nata, la leche entera, las carnes y pescados grasos.
- La más importante: lea la composición de todo lo que compre en el supermercado. Si no sabe lo que es un ingrediente, no lo compre. Si acaba en «osa» es azúcar (glucosa, sacarosa, dextrosa, fructosa…). No se deje engañar. Si un alimento contiene soja no es para mejorar su salud, es porque está hecho con comida basura y el fabricante quiere aumentar su proporción de proteínas. Si lleva patata, fécula, jarabes, derivados del maíz o cualquier otro ingrediente que no debería estar ahí, no lo compre.
Si previene la obesidad de sus hijos alimentándolos correctamente, además de mejorar la perspectiva de su salud a largo plazo, les evitará pasarse media vida siguiendo dietas para adelgazar con los resultados que le son de sobra conocidos.