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Perder peso, ganar salud

Medicamentos que tomaba por mi obesidad

Algunos medicamentos que tomaba por mi obesidad

El efecto colateral de la pérdida de peso es ganar salud. Mi buen amigo Jaime Brugos siempre dice que el efecto colateral de seguir la Isodieta para mejorar la salud es que se adelgaza. Dos visiones, mismo resultado. Hoy quiero hablar unos minutos sobre uno de los principales síntomas que padece la sociedad de manera tan extendida que hasta nos parece normal: el malestar gástrico. Ya sea en forma de gases, de retortijones, de acidez, de ardores o incluso de reflujo gastroesofágico, muchísimas personas tienen asimilado estos síntomas como completamente naturales, como si fuesen parte del proceso digestivo normal, cuando lo cierto es que de normal no tienen nada. A esta percepción contribuyen los anuncios de fármacos milagro que forman «balsas protectoras» en el estómago y sandeces similares. Me parece sorprendente que haya personas que consideren la Isodieta una «dieta milagro» y no tengan reparo alguno en seguir una dieta «normal» que acompañan con una pastillita o sobrecito «milagroso» después de cada comida.

Con 113 Kg en Abril de 2011

Antes de cambiar mi alimentación a principios de 2011, cada mañana al levantarme me tomaba un potente protector gástrico, un Pantecta 40 o un Anagastra 40, dos marcas comerciales distintas de un mismo compuesto, el pantoprazol. Además de eso, antes de las comidas solía tomarme un Flatoril, para evitar los gases y después de las comidas, un Almax, para evitar los ardores, el precedente del archiconocido ahora Gavistón. Por si esto fuera poco, en ocasiones, cuando preveía que una comida iba a ser copiosa, me tomaba un protector gástrico adicional antes de comer: el superventas Omeprazol. Incluso con todos esos fármacos, me era imposible acostarme si no habían pasado al menos dos o tres horas desde la cena, pues los reflujos que sufría por la noche me impedían dormir y me hacían pasarlo realmente mal.

Todos estos fármacos, que tomé durante años, jamás curaron mi situación. Servían, en mayor o menor medida, para paliar los síntomas del verdadero problema que sufría, que era una irritación crónica del estómago producida por la mala alimentación. En cuanto cambié mi dieta «sana y equilibrada» por la dieta milagro llamada «Isodieta», todos los síntomas desaparecieron y pude abandonar por completo la medicación; no sólo la medicación gástrica, sino toda la medicación que tomaba, que no era poca. La industria farmacéutica realiza un esfuerzo espectacular por crear mitos absurdos, muchos de los cuales desvelo en mi libro La gran mentira de la nutrición. Uno de esos mitos es hacernos creer que necesitamos fármacos antiácidos para tener una buena digestión. Lo que la industria persigue es que seamos pacientes crónicos -más bien consumidores crónicos- de sus pastillas y sobres milagrosos.

El estómago de un ser humano tiene un pH que oscila entre 2 y 3. Por situarlo en la escala, está un punto por encima del Ácido Sulfúrico (pH 1), y en la misma escala que el zumo de limón o el vinagre (pH entre 2 y 3). No en vano, la composición del jugo gástrico, además de agua, contiene ácido clorhídrico, cloruro de potasio, cloruro de sodio, bicarbonato, enzimas diversas y mucus. Con la ingesta de alimentos, el estómago produce hasta 3 litros al día de Cloruro de Hidrógeno, más conocido como Ácido Clorhídrico, que tiene un pH de 1, es tóxico, corrosivo y de olor picante y sofocante. Esta acidez es necesaria para el proceso digestivo y no tiene sentido alguno pasarse la vida tomando antiácidos. Es como intentar secar el mar con una esponja. Nos mantendrá muy ocupados, requerirá mucho esfuerzo, pero no nos llevará a ningún sitio.

Malestar Digestivo

Cuando el estómago se irrita, la acidez del medio nos produce malestar, pero un estómago en buena forma no se ve afectado de ningún modo por el entorno ácido que él mismo produce. Lo que ocurre -y esto es lo que la industria no quiere que usted sepa- es que la cura real de estos síntomas puede ser tan sencilla como modificar la dieta. Yo como a diario alimentos picantes, alimentos que tienden a repetirse como el pimiento o el ajo, y alimentos que muchos piensan que dan gases, como los huevos duros. Sin embargo, mi salud digestiva es excelente, y no solo no sufro de ardores, gases, reflujos ni nada similar, sino que además puedo acostarme un minuto después de haber cenado, independientemente de la hora que sea, y dormir profundamente toda la noche, habiendo cenado carne, grasa o pimientos del piquillo con tabasco. Y esto no se lo debo a ninguna pastilla ni sobre mágico, sino a una dieta realmente milagrosa -que no milagro- que es la Isodieta.

En 2015, con 82 Kg

Tras haber abandonado los hidratos refinados, reducido en general la ingesta de carbohidratos, y recuperado sin miedo las grasas y las proteínas en mi dieta, y haber pasado de comer una o dos veces al día a comer seis o siete veces, no solo logré perder 35 kilos en 4 meses y abandonar toda la medicación, sino que descubrí que la salud digestiva y el bienestar no requieren de pastillas ni de sobrecitos, sino de aplicar la ciencia y la lógica a lo que comemos, olvidando los falsos mitos que nos meten en la cabeza desde pequeños.

Si tienes algún problema de salud y tienes la más mínima sospecha de que pueda estar relacionado con tu alimentación y tu estado físico, de veras te digo que le des una oportunidad a la nutrición y pruebes en primera persona si es posible abandonar medicamentos diseñados únicamente para mitigar síntomas y disfrutar de mejor salud de manera natural. No te digo que dejes de tomarlos de golpe, sino que pruebes si cambiando la alimentación los síntomas siguen apareciendo y después, consensuando con tu médico, abandones todo fármaco que no sea estrictamente necesario en tu vida a la vista de los resultados que obtengas. Sospecho que vas a sorprenderte pero, sobre todo, que vas a sorprender -como hice yo- a tu médico, cuando le digas que, de alguna forma, te has curado cambiando la forma en la que te alimentas.

 

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