Pues parece que llega la vacuna contra el COVID-19 y creo que no me equivoco si afirmo que todos queremos que se acabe este infierno del coronavirus y volvamos cuanto antes a lo que unos llaman normalidad, otros nueva normalidad y yo, simplemente, libertad. No me gustan las prohibiciones, incluso cuando tengan cierta justificación como las que sufrimos en la actualidad. Personalmente, confío en la capacidad del ser humano de aprender y obrar en consecuencia y siempre he defendido que la formación y la información deben estar al alcance de todas las personas mucho antes que sea necesaria la imposición. Por eso, aunque ni fumo ni defiendo el tabaco, defiendo el derecho a fumar. Con todo lo que critico el azúcar en este blog, defiendo el derecho a su consumo: no quiero que se prohíba, pero sí que se informe a todo el mundo de manera eficaz y veraz de las consecuencias reales de su consumo.
En esta misma línea de pensamiento me posiciono en general con el tema de las vacunas y también en particular con las vacunas que se están anunciando contra el coronavirus. Creo que todo el mundo debe ser libre de elegir si ponérsela o no, pero sería deseable que esa libertad venga precedida de la adecuada información que permita al ciudadano disponer de los datos que necesita para tomar una decisión razonable y razonada. Después de todo, ¿Quién no querría ponerse una vacuna cuya eficacia estuviese probada y no produjese efectos secundarios serios? Yo, desde luego, con esas certezas, sería el primero en la cola para vacunarme.
Hemos asistido, tras las elecciones en Estados Unidos, a una catarata de buenas noticias acerca de las vacunas para el COVID-19 por parte de las distintas empresas que las están desarrollando, con las que parece que se han obtenido, en la tercera fase del desarrollo -que es la fase de prueba masiva- eficacias que van desde el 90% al 95%, lo que indudablemente son magnificas noticias para todos, aunque desgraciadamente no dejan de ser eso: noticias. En realidad, hay que mirar bien los datos para entender si el titular grandilocuente guarda relación directa con el resultado real de la prueba. Esto, en mi opinión, lo deberían hacer previamente los periodistas que publican las noticias, pero hace mucho tiempo que perdí la esperanza en que los periodistas cotejasen o siquiera verificasen información científica antes de publicarla, y por ello, ayer me puse manos a la obra en busca de los estudios que avalen esos buenos titulares acerca de la estupenda eficacia de las distintas vacunas para luchar contra el dichoso coronavirus.
Información sobre vacunas para el COVID-19
Mis fuentes de información, como en otros artículos de este blog, son las publicaciones científicas, clasificadas con la ayuda de PubMed, que hace un gran trabajo de recopilación de información, y además, todas las fuentes serias de información acerca del COVID-19 que publican los organismos científicos de los distintos gobiernos, o sea, no he buscado noticias acerca de la vacuna para el coronavirus en los periódicos de ningún sitio, sólo en publicaciones científicas. ¿Porqué? Porque quiero la información de primera mano, sin pasar por el teclado de ningún redactor. Quiero leer cómo se han realizado los ensayos y cómo se han recopilado y tabulado los resultados. La humanidad le debe mucho a la industria farmacéutica, es indudable, pero en mi opinión, la industria farmacéutica le debe pedir perdón a la humanidad por ciertas conductas poco éticas que ha tenido en el pasado y sigue teniendo en temas concretos, y antes de lanzar las campanas al vuelo, creo que es lógico evaluar lo que están haciendo y cómo lo están haciendo porque, la historia nos ha enseñado que, esa falta de control y rigor científico, ha sido nefasta.
No olvidemos, ni por un momento, que distintos gobiernos del mundo, incluyendo los de nuestro entorno directo (Europa) e indirecto (América) se han aventurado a encargar cientos si no miles de millones de dosis de estas vacunas para el coronavirus, lo que indudablemente habrá generado contratos billonarios. En España, si me tengo que creer las noticias que se han ido publicando en las últimas semanas, el gobierno debe haber encargado, en total, más de 120 millones de dosis de distintas vacunas contra el COVID-19, algo así como el triple de dosis que de personas, lo cual es, cuando menos, llamativo. Pero, ¿Qué sabemos en realidad de estas vacunas contra el COVID-19? Yo, hasta ayer, sabía que había de dos tipos, las convencionales y las basadas en el ARN con nuevas técnicas, y también sabía que algunas eran de una sola dosis y otras hay que suministrarlas con una dosis inicial y otra de refuerzo, pero más allá de eso, y de ciertas dificultades logísticas por temas de temperatura de conservación, sabía más bien poco.
Lo que dice The Lancet sobre las vacunas del COVID-19
Para colmo, este estupendo editorial de la revista The Lancet, referente mundial de la comunidad científica, del pasado 21 de Noviembre, terminó de hacerme abrir los ojos con respecto a lo que más tarde iba a descubrir acerca de los estudios sobre las vacunas contra el COVID-19. En el artículo, The Lancet denuncia que los resultados de los estudios de las vacunas no se han publicado, sino que se han anunciado vía nota de prensa, lo que indudablemente genera muchas incertidumbres científicas. Además, expone que existen pocos datos acerca de la seguridad de estas vacunas contra el coronavirus y que no está claro como funcionarán en las personas mayores ni en las que tengan condiciones médicas previas, que son los dos grandes grupos de riesgo para el COVID-19. Pero The Lancet va más allá y declara que algunas de estas cuestiones no se podrán responder durante mucho tiempo y, para colmo, se desconoce por completo la duración de la protección que la administración de las vacunas proporciona dado que no ha habido tiempo de medirlo. Si todo esto, que yo ahora suscribo, lo dijese un tipo que va andando por la calle, se le llamaría negacionista, antivacunas y de cualquier otra forma peyorativa, pero ojo, si esto lo dice The Lancet en su editorial, es para prestarle un poco de atención.
En efecto, como adelantaba el editorial, me ha sido imposible encontrar publicados los los estudios de las distintas vacunas contra el COVID-19 llevados a cabo por las empresas farmacéuticas. Esto no significa que no existan dichos estudios, que necesariamente tienen que existir, sino que se están produciendo las ventas del fármaco antes de que la información sea pública, al menos para el que paga, que es el ciudadano de a pie con sus impuestos. En otros casos, como enseguida veremos, resulta que los estudios todavía no han concluido y con sólo un 30% del mismo ejecutado, ya se están produciendo las ventas y los contratos de las vacunas. ¿Qué periodista le ha dicho esto al ciudadano de a pie? Sospecho que ninguno. Y esta falta de transparencia me parece lamentable.
Comprendo las prisas por encontrar una solución a este problema, pero la prisa no debe cegarnos y un buen titular en los periódicos no debe ser suficiente para tomar acciones masivas de este calado. Todos queremos una vacuna que funcione y sea segura, yo el primero, pero necesitamos los datos que avalen ambas cosas, no un simple titular de un medio de comunicación que se apoya en una nota de prensa de un estudio inconcluso o, peor todavía, inconcluyente.
La vacuna de AstraZeneca y la Universidad de Oxford
Sin embargo, sí he podido encontrar algo de información publicada sobre las fases anteriores de la vacuna, y lo que leo tampoco me entusiasma. Por ejemplo, sobre la famosa vacuna contra el COVID-19 de AstraZeneca y la Universidad de Oxford, está disponible el resultado del estudio previo de la fase I/II, que en efecto arroja buenos datos de seguridad y eficacia… para un grupo concreto de personas. En primer lugar, el estudio no es un doble ciego, sino que únicamente los participantes desconocen quienes están recibiendo la vacuna y quienes un placebo parcial que produce similares efectos secundarios que la vacuna real. En segundo lugar, se escogieron 1077 participantes, todos adultos sanos entre 18 y 55 años, con una edad media de 35 años, mitad hombre y mitad mujeres, y un 91% de raza blanca. Y aquí, me asalta una duda: yo, que soy blanco y estoy en ese grupo de edad y además razonablemente sano, y no pertenezco a ningún grupo de riesgo, dado que no tengo patologías previas, puedo fácilmente ser un sujeto de ese estudio, pero, ¿porqué escogen personas como yo para el estudio? Yo me contagié de COVID-19 en Agosto, PCR positiva y posterior serología con positivos en anticuerpos IgG e IgM. No tuve síntomas ni afortunadamente desarrollé ninguna enfermedad. Tampoco contagié a nadie, pese a que me enteré tarde de mi contagio y lamentablemente estuve con muchísimas personas durante el tiempo que era técnicamente portador y contagioso. ¿Porqué me usan a mi en el estudio en lugar de tener presentes a las personas mayores y a los que tienen patologías previas, que parece que necesitan esta vacuna contra el COVID-19 bastante más que yo, al menos estadísticamente?
Ahondando un poco más en el estudio, vemos que la vacuna contra el COVID-19 de AstraZeneca y la Universidad de Oxford alcanza una eficacia del 90%, pero su eficacia media es del 70,4%, que ojo, está muy bien y es magnífico, pero no es lo que nos han vendido en los titulares de los medios de información. Y una frase que ha llamado poderosamente mi atención: Como parte del acuerdo entre AstraZeneca y la Universidad de Oxford, la vacuna se suministrará sin ánimo de lucro durante la duración de la pandemia y a perpetuidad para los países de ingresos medios y bajos. En otras palabras, la vacuna no ha venido para prestar servicio e irse, sino para quedarse.
Los resultados de la fase III de este estudio no son públicos todavía (o al menos yo no los encuentro publicados por ningún sitio) pero parece que los harán públicos en algún momento. ¿Qué nos hace pensar ahora que la fase III se ha realizado con doble ciego y con adultos menos sanos? Pues de hecho, la propia Universidad de Oxford tiene publicada la nota de prensa que ha dado lugar a los estupendos titulares acerca de su vacuna, pero ni las noticias son tan buenas como parece, ni se esclarecen datos reales del estudio más allá de que han participado unas 24.000 adultos sanos entre 18 y 55 años y se espera llegar a 60.000. O sea, ¡el estudio no ha acabado pero la vacuna, según dice la propia nota de prensa, ya se está fabricando en 10 países y vendiendo! Quizás peque de prudente, o de inocente, pero me parece que se está corriendo más de la cuenta. Y mientras tanto, el Gobierno de España insinúa que la vacunación comenzará en Enero priorizando a las personas mayores, precisamente aquellos con los que parece que no se ha probado la vacuna. ¿No sería mejor vacunar primero a los jóvenes, con los que se ha probado y aparentemente es segura, y de este modo propiciar que estos no puedan contagiar a los mayores? De hecho, una de las observaciones que más me gusta de estos resultados preliminares es que la vacuna puede reducir la transmisión del virus, que es sin duda la forma más efectiva de acabar con una pandemia, y de demostrarse cierta, solo por eso, ya merecería la pena vacunarse.
Preguntas sin respuesta sobre las vacunas contra el COVID-19
Por último, comparto algunas preguntas que me rondan la mente para las cuales todavía no tengo respuesta, por si alguien puede iluminarme con datos en la mano ¿Cómo sabemos que no estamos creando una población crónica de miles de millones de personas con el uso de estas vacunas si no se conocen sus efectos a medio y largo plazo? ¿Es posible destruir al virus por completo a base de vacunas? ¿Y si luego descubrimos que, para ser efectiva en el tiempo, la vacuna contra el COVID-19 tuviese que administrarse cada año, o cada seis meses, o cada dos semanas, o como las estatinas, una pastillita al día de por vida? ¿Se puede higienizar el planeta y librarlo de este u otro virus a base de mascarillas y gel hidro-alcohólico o es mejor aumentar la exposición al virus de los sujetos sin riesgo y permitir que el sistema inmune trabaje? ¿No sería más inteligente ampliar la capacidad hospitalaria, sobre todo de UCIs, y darle un poco más de tiempo al estudio de las vacunas? ¿Porqué se han podido desarrollar estas vacunas tan rápido en comparación con otros virus para los cuales, muchos años después de su descubrimiento, todavía no existe vacuna, como en el caso del VIH y del cual tenemos décadas de información acumulada pero no una vacuna? ¿Qué parte de ciencia y qué parte de negocio hay en los desarrollos de las vacunas contra el COVID-19? ¿Porqué no se hacen públicos los resultados de los estudios antes de permitir la venta y administración del fármaco, como ocurre con el resto de fármacos del mundo? ¿La Agencia Europea del Medicamento será, en último caso, responsable si algo se nos va de las manos con las vacunas del coronavirus? ¿Quién toma la decisión de aprobar una de estas vacunas contra el COVID-19 y ponerla en funcionamiento y, sobre todo, de qué datos dispone para tomar dicha decisión?
¿Cómo proceder con las vacunas para el coronavirus?
Personalmente, pido transparencia a la industria y a los gobiernos. Quiero una vacuna contra el COVID-19 que sea segura y que funcione y, si de mi dependiese, lo importante sería garantizar primero ambas cosas antes de permitir su uso. Comprendo las prisas, pero hablamos de miles de millones de dosis de unos fármacos que se han saltado a la ligera toda una línea temporal de protocolos que existe, precisamente, para garantizar seguridad y eficacia. No se me ocurre, en la historia de la humanidad, experimento previo a semejante escala, y por tanto, debe obrar la prudencia. La noticia de que Reino Unido pretende comenzar a administrar la vacuna el próximo lunes me parece descabellada, y las intenciones del Gobierno de España de empezar en Enero, igual de loca. Por favor, un poco de cordura en todo esto y, sobre todo, datos, transparencia y datos, no titulares ni notas de prensa, estudios científicos publicados.
Recordatorio: Este es un artículo de opinión escrito para promover la investigación y el uso de los datos científicos que no pretende ofrecer consejo médico ni sustituirlo. Las opiniones vertidas en este artículo son fruto de los datos que obran en poder el escritor en este momento. El análisis de nuevos datos podría provocar un cambio de opinión parcial o total. Ante cualquier duda de salud, consulte siempre con su médico.