Cuando hablamos de educación nutricional nos viene a la cabeza la pirámide alimenticia que tan malos resultados ha dado en todos los países en los que se ha utilizado. Lamentablemente, en los colegios se sigue enseñando este modelo nutricional obsoleto que es diametralmente opuesto a lo que la ciencia nos ha enseñado acerca de la nutrición humana y esto crea confusión y desconocimiento entre nuestros hijos, que lógicamente tienden a pensar que la alimentación sana es una cosa cuando en realidad es otra.
En este momento veo prácticamente imposible luchar contra los planes de estudio y personalmente creo que la solución está en enseñar a nuestros hijos en casa, pero claro, no me imagino a mis hijos sentados atendiendo a una charla sobre nutrición cuando pueden estar jugando al fútbol, a la consola, o a cualquier otra cosa. Para poder competir con consolas, tablets, juegos de mesa o actividades deportivas, mi propuesta educativa tiene que ser mucho más creativa que una simple lección. Por eso, tanto mi mujer como yo nos esforzamos en no limitarnos a poner comida en los platos de los niños, sino también a convertir la cocina en un juego más, en el que los niños participan a la vez que aprenden, tanto a cocinar, como sobre nutrición.
Ya he hablado acerca de la educación sobre la alimentación de los niños en otros artículos, pero hoy quiero traer un ejemplo práctico sobre este tema que pueda servir de ayuda a otros padres. La pregunta que os hago es: ¿Se puede competir contra una hamburguesa del McDonald’s o del Burguer King? ¿Seremos capaces de ofrecer algo que les atraiga tanto o más que su menú infantil de las cadenas de comida rápida? Yo creo que sí y por ello me propuse hacer con mis hijos pequeños un plato de algún modo similar, pero mucho más nutritivo y saludable, al que pueden encontrar en cualquiera de las grandes cadenas de comida rápida. Os voy a explicar mi experiencia.
Unas semanas atrás vi un vídeo del carismático Gordon Ramsey haciendo un Sándwich de Solomillo de Vacuno con una pinta realmente apetecible y se me ocurrió que, de algún modo, se trataba de una «hamburguesa», pero a nivel súper-gourmet. Después de todo, se trata de un trozo de carne cocinado y servido entre un par de rebanadas de pan, con algo de verdura y una salsa.
Lo que hice fue enseñarle el video a los niños y preguntarles qué les parecía la pinta del sándwich y si querían probar… ¡a hacerlo ellos conmigo! Es un vídeo muy atractivo, así que me dijeron que sí, pero si me hubiesen dicho que no igualmente hubiese buscado otro plato que pudiésemos adaptar y hacer en casa. Estuvimos planeando la receta e incluso tuvimos que ir a comprar una sartén de acero inoxidable que se pudiera meter en el horno y una pieza de solomillo que tuviese un precio razonable. Entre idas y vueltas a la tienda y al mercado a comprar la carne estuvimos hablando del pan blanco, de las carnes procesadas, y de otras cosas, todo ello en el contexto de la receta que íbamos a hacer. Con ello les metía más en su papel a la vez que les iba enseñando cosas sobre los alimentos que íbamos a cocinar y comer.
Hoy en día, al menos en mi casa, si la actividad que proponemos incluye cierta dosis de electrónica, los niños son más propensos a apuntarse y mantenerse integrados en dicha actividad, así que les propuse que grabásemos todo el proceso en video y luego editásemos la receta, tal y como había hecho Gordon Ramsay con la suya. De este modo, todos usamos la cámara y todos tuvimos nuestro momento de gloria frente a la misma. Sin embargo, lo que realmente me importa es lo que aprendieron con la experiencia. En primer lugar, tienen clara la diferencia entre la carne ultra-procesada de una hamburguesa comercial y un trozo de carne natural. En segundo lugar, vieron que el proceso para hacer de un trozo de carne un bocado apetitoso es algo más complejo que ponerla un minuto en el microondas, y por tanto comprenden mejor la diferencia de calidad entre la comida procesada y los alimentos naturales. En tercer lugar, preparamos un sándwich sin utilizar pan blanco, por lo que comprobaron que es posible hacerse un sándwich sin utilizar panes realizados con harinas refinadas, que son perjudiciales para el organismo. Por último y no menos importante, creo que aprendieron que hay vida más allá del kétchup, pues como veréis en la receta, la salsa la hicimos con un puñado de tomates cherry, un poco de cebolla, aceite, hierbas provenzales y sal.
Aquí os dejo el video de la actividad, no sin antes recordaros que este vídeo no trata de ser un trabajo profesional como el del famoso chef, ni lo hemos hecho para demostrar nuestras dotes culinarias, sino que se trata de un video familiar, absolutamente casero, grabado íntegramente con la misma cámara deportiva que utilizo en la moto, sin iluminación ni captación de audio profesional, por lo que os pido que juzguéis la calidad de la actividad y no la calidad del vídeo 😉 . Cuando quiero hacer un video profesional recurro a profesionales, pero en esta ocasión mi objetivo era compartir las nociones de cocina y nutrición con los más pequeños de la casa, jugando de paso al «que mami no se entere» para crear un vínculo aún mayor con ellos durante la actividad y obtener más atención de su parte. Aunque no lo parezca, mi mujer estaba al tanto de todo… más o menos 😆